miércoles, enero 26, 2011

Vida y Poesía Antología 2010

El año 2010 es nuestro décimo año de vida y nuestras reuniones siguen dando frutos que van y vienen cultivando y cultivándonos.
Niñas y niños se sumaron a nuestro sencillo proyecto de leer y escribir, de entregarse a los libros abiertos y de transformarse en verso.
Nuestro Talento reside únicamente en la voluntad de conocernos y de conocer, de recibir y de servir, a través de las palabras.
Le bendecimos, lector, a cada toque de sus ojos en nuestros versos.


Lanzamiento del Libro Poemas Quimicos de Mario Markus


Sobre Poemas Químicos
de Mario Markus


¿Cuantos gorilas desaparecen, para que hablemos confortablemente desde nuestros celulares? Tantalio, el elemento químico número 73, abundante en minerales africanos, nos contesta. Se confiesa, junto a otros elementos, bajo la pluma investigadora de Mario Markus.

La presente obra cumple con levantar el umbral que une lo invisible a lo visible, la indiferencia a la sorpresa, la ciencia a la poesía. Los elementos químicos descubiertos son más que artimañas del universo: son algunas de las respuestas maravillosas, que nos conforman el cuerpo, que nos llenan el espíritu de una plenitud duradera e irrepetible.

El libro parte con el comienzo del mundo: Con hidrógeno, con helio. Y sigue paseando por la historia, por el aire y por la tierra; revelando milenios, países, héroes y destinos. En el mismo nombre de cada elemento, nos reencontramos con los griegos y su mitología, con el latín, con el ingenio humano e incorregible.

El siglo XIX está colmado de descubiertas, de mártires intelectuales que entregaron sus vidas a cambio de descifrarlas, de guerras que germinaron en laboratorios. Y -desafiando prejuicios- de mujeres que dieron luz a la radioactividad y a la energía atómica.


El científico poeta, a través de sus poemas, comprueba un mundo equilibrista en que hombres y elementos inestables, se desafían incesantemente. Se combinan para redimir o condenar, para profundizar infinitamente, en dirección al poder y al misterio. Pero, por sobretodo, para seguir la asombrosa senda de libertad que nos impone la vida: Edvard Munch, no sólo se lució con el amarillo llameante del sulfuro de cadmio; se lució también con la ansiedad y con el grito que no deja de atravesarnos.

Algunos elementos fueron descubiertos gracias a la observación indagadora en los hogares y, muchos de ellos, siguen poblando nuestras rutinas de forma sigilosa. La poesía franca y enriquecida de Mario Markus los señala en el vino y en los lápices, en las lámparas y en la música, en los espejos y en el galanteo de las mariposas. De verso en verso, la tabla periódica va dejando de ser un esquema rígido de informaciones, para transformarse en una ventana hacia la creación, y hacia su verdad más preciada: la vida.

En fin, estos escritos nos alumbran con fósforo, francio y neón. Con conocimiento y con lirismo. Pues no hay noche más oscura que la ignorancia, ni aurora más urgente que el saber. Y, si Lavoisier dijo que la materia no se crea ni se destruye, simplemente se transforma; Mario Markus complementa esto: La materia no solo se transforma, sino que nos encanta, nos potencia y nos ilumina.

Escritos Varios

Entrego


Entrego el silencio, lleno de preguntas y pájaros desconocidos. El paso indeciso, las tranzas del camino y los nudos. Los párpados trémulos, y pesados de imaginación. Los jardines del corazón y todos los besos, aún en botones. Mis manos abiertas, esas dos olas que derraman y esparcen mi devoción. Entrego mi entrega, mezclada al verso y al Otoño.

Sólo no entrego mis certezas, las que he cosechado en mi soledad, en mis confesiones, y en los sueños alcanzados. Las traigo como traigo el alma, como traigo el latido que me sostiene. Sólo no entrego esta pasión que me ata a la fe. La responsabilidad y la confianza con que me ha soplado el Señor.
Elba


Despierto con mi hija sonriendo al pie de la cama. Trae una carta en las manos, es para Dios y los versos se extienden entre varios dibujos. Dos manzanos llenos de frutos anclan sus raíces al fin de la hoja. En el rincón izquierdo, un sol con lentes oscuros nos sonríe y tres pajaritos aparecen volando sobre la poesía. Está firmada y unos minúsculos corazones lucen, saltando atrás de su nombre.

Me dice que la escribió con fe y que espera respuesta. Nos abrazamos y trato de hacerla comprender que nuestro Señor no acostumbra responder como imaginamos, que talvez Él apenas le hable en su pensamiento de niña. Pero ella está muy esperanzada de que será correspondida, de que el milagro se resbalará en rimas hasta su cuaderno.

A la noche me asomo para darle su beso y su bendición. Ella baja corriendo de la cama y me enseña la hoja arrugada, la abre y me hace releerla. “Ahí está la respuesta, mamá”. La miro desconcertada y le confieso que no logro verla, que sólo veo sus mismos versos y sus lindos dibujos.

Ella me sonríe con paciencia, se levanta y apaga la luz. Se sienta a mi lado, toma la carta en sus manos y me lee la respuesta del cielo. Después concluye: “Para leer a Dios, hay que estar a oscuras, como las estrellas”.
El Tiempo

El Tiempo es quién nos une al misterio.
Su falta es la prisa, la impostora que nos asalta, cada vez que nos alejamos de lo divino. Cada vez que asumimos, cómo propia, la salvación. Que nos arrogamos las respuestas y el mensaje. Que bajamos la vista y posamos nuestros ojos en lo inmediato. La vorágine es un escudo innecesario, que nos aparta de la Verdad. De la responsabilidad de servir y de guiar.
Mientras más corro, menos alcanzo. Y así mi universo se reduce a una existencia mediocre y cómoda. A un reinado patético, en que vagamos sin contemplar nuestra condición perfecta y magnífica.
El tiempo es la forma con que Dios se manifiesta en nuestras vidas. Así como el goce pleno será su presencia en nuestra eternidad. Estar frente a frente con el Tiempo, es asumir nuestro estado carnal, si miedo a perderlo. Es entregarse a los movimientos del milagro. Es alumbrase de este breve y maravilloso destello que no se explica en ningún reloj. Pero que se resplandece, ecuánime y justo, en la intimidad sagrada que guardamos todos.
El Tiempo es el abrazo con que el Universo nos lleva, hasta el más ardiente de los crepúsculos. Nido redentor, donde nuestra humanidad, de barro y soplo, se requiebra. Donde el alma alza, por primera, vez sus alas.
Oasis




He visto a mi palabra arrastrarse sedienta
sobre las dunas del cuaderno, la he visto desfallecer,
colgada de mi pluma temerosa.
La he visto levantarse una y otra vez,
sobre las líneas encandecidas y ávidas de mensajes.

¿Quién me dará alguna sombra,
ahora que la conciencia abrasa
como el sol del medio día?
Seguramente los amores abrirán oasis
a lo largo de esta travesía subterránea e intima.

Y tú eres la primera isla verde que encuentro,
el primer lago fresco que me zambulle sus olas amenas y redentoras.
Caigo de rodillas frente a este descanso,
frente a éste goce que sólo existe en tu sonrisa,
en tus ojos de agua.
Claudine

Atrás de la cama, en la pared, luce un crucifijo de madera. A su lado derecho, una repisa minúscula con una imagen de María y dos rosarios colgados, uno con perlas azules y el otro con perlas rosadas. El cubrecama, amarillo y estampado con flores rojas, extiende un jardín de tela sobre su lecho. Una lámpara, con forma de luna, brilla despacio en la mesita de noche. Nuestras sombras, felices con el reencuentro, se alzan revoloteando hasta el techo de la habitación.

Mis manos están entre las suyas, bien apretadas, nos calentamos mutuamente en esta fría tarde de la vida. Su piel suave cobija la mía y su pelo albo es una nube de paz que reposa sobre su cabeza. Un espejo, con marco dorado, nos refleja durante toda la conversación. Observo de reojo y me pregunto si alguna vez tendré tanta hermosura. Ella sí que es vencedora, bella y juvenil. Lee filosofía y estudia francés una vez a la semana. Su profesora se sienta en la cama, como lo hago yo ahora, y conversan sobre reyes y sobre las misas eternas que ella mandaba a rezar en Paris.

Tiene un piano de cola en la sala, de doscientos años, que luce imponente entre otros muebles antiguos. Pide a mi hija que le toque alguna canción y desde su cuarto, escuchamos la melodía. Mi niña se equivoca en algunas notas, lo que le parece muy gracioso. Se larga a reír con ganas y me advierte que estos instantes, ocupados por los niños, siempre evocan nuestra felicidad.

La venimos a ver porque ha celebrado un cumpleaños más, porque compartimos el amor a la poesía y porque ella está de duelo. Claudine tiene 102 años y acaba de perder al hijo mayor. De repente su rostro tiembla, se le escapa una lágrima y me confiesa: “A veces me dan ganas de morirme al tiro, pero confío de que el tiempo me dará la resignación”.
Palabras


Primero la de Dios, quizás siempre la de Dios.
La palabra Santa es el prado,
y las nuestras son libélulas que se regocijan.
Los poetas saltamos de flor en flor,
de brisa y brisa, de gota en gota.

Pensamos que repetimos algo, que reescribimos.
Todo está dicho y resuelto, en lo alto y en lo bajo,
están los versos perfectos.

¿Qué título nos guía más que un primer rayo de sol?
¿Qué estrofa puede ser más dulce que un parral?
¿Qué coma entrega más respiros que un eucalipto?
¿Qué punto final puede estar mejor puesto que un nido en primavera?