Cuatrocientos años «impreso y en estampa»: Revisiones y relecturas de Cervantes
19 y 20 de agosto, 2015
Sala de Conferencias Ives Benzi (4º piso)
Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile
...Si la existencia idílica e inalcanzable de Dulcinea es fruto de la esperanza
Fundamental de Don Quijote, su cuerpo tosco y terrenal es fruto de la esperanza
trivial de Sancho Panza. Es otras palabras, la esperanza del hidalgo, sin
apuntar a la salvación religiosa del cristianismo, estaba puesta en un ideal
sublime. Al paso que la de su escudero, que no era más que recuperar a su amo
de la locura, apuntaba a un interés absolutamente terrenal. Con todo, el
encuentro con Dulcinea no estaba en los planos del caballero, como no está en
los planos de un creyente encontrarse con su Dios en plena calle. De no haber
ocurrido el encuentro en el Toboso, todas las mujeres cervantinas podrían
haber sido como Maritornes, feas y bellas al mismo tiempo. Pero, cuando Sancho
asegura a su amo que una de las tres mozas aldeanas es Dulcinea, el sueño
inalcanzable se encarna, culmina, finaliza. Se solucionan las distancias. Y aun,
cuando realmente Dulcinea pudiera volverse de carne y huesos y se presentara
frente a nuestro caballero tal cual él la imaginaba en sus delirios, no vería
más que una aldeana vulgar, carirredonda, y con olor a ajos crudos. Lo
desagradable de la visión no es estético, es existencial. La figura fea y
desencajada de la campesina sólo se hace presente porque el engaño de Sancho
hace creer a Don Quijote que su ficción ha encarnado y que su objeto de
esperanza fundamental está al alcance de sus ojos y de sus manos. Dulcinea encarnada
es el fin de la distancia mágica y de la invisibilidad que alimenta la
perspectiva quijotesca.
El episodio, a las afuera del Toboso, es la
bisagra que tuerce la obra. A partir de entonces, la esperanza fundamental en
una existencia sublime se desvanece, cediendo casi todo el espacio a las
esperanzas triviales y a la muerte. Es cuando el autor, los personajes y
nosotros sus lectores, nos vemos frente al tema barroco de la contrarreforma:
el mundo como teatro, como ensueño. En este punto, estamos obligados a asumir la
complejidad de la vida. Entramos todos en crisis con esta necesidad de diferenciar
la ficción de la realidad, lo sublime de lo mundano. Estamos todos llamados a cuestionarnos
el tipo de esperanza que nos anima el
espíritu, al lado de Don Quijote de la Mancha.
1 comentario:
Me gusta tu casa ¡Volveré!
André
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