Fulgores
Los niños miran extasiados,
contemplan sin el cielo inestable de la razón,
sin el peso insistente del protagonismo.
La inocencia es un paracaídas necesario
para llegar a la vida sin quebrantarse
ante tanto suceso.
Pero, miserables o afortunados,
estamos destinados al prodigio,
al amanecer y a la conciencia.
Crecemos encandilados,
nos levantamos bajo el resplandor
de las ideas y de las estrellas.
Se nos va haciendo difícil
asumir los milagros,
mirarnos a los ojos sin el titubeo del asombro.
Cuando a cada día,
un nuevo crepúsculo se posa huidizo y alborotado
sobre nuestros párpados.
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