sábado, agosto 08, 2009

Los Niños y la Música

Uno de los mayores desafíos del hombre es comprender y amar su propia soledad. Es encontrar en ella la plenitud, y el principal aliento para crecer y servir. La música, junto a otras artes, tiene esta facultad mágica de enseñarnos la felicidad, de llevarnos al maravilloso proceso del auto-conocimiento.

El sonido y el silencio, sol y luna de toda armonía, brillan incansablemente sobre los campos fértiles de un niño que aprende. Cada nota musical es una victoria, es una semilla de confianza y éxito.

El piano reúne el alma de cada uno de nuestros pequeños aprendices, y lo mejor: nos reúne en torno a ellos. Cuando sus manitos se posan alborotadas sobre las teclas, algo en nuestro corazón titila. Es el milagro de la comunicación sana, y de nuestro amor responsable que trasciende.

El tiempo es nuestro bien más precioso. Y ocuparlo con disciplina y melodía es un privilegio. Una canción simple o un concierto cumplen, de igual manera, con agradecer y celebrar la vida. Porque, finalmente, el que se sienta a tocar, inspira y bendice. Y el que escucha, se eleva, reconoce y consagra.

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