miércoles, enero 26, 2011

El Tiempo

El Tiempo es quién nos une al misterio.
Su falta es la prisa, la impostora que nos asalta, cada vez que nos alejamos de lo divino. Cada vez que asumimos, cómo propia, la salvación. Que nos arrogamos las respuestas y el mensaje. Que bajamos la vista y posamos nuestros ojos en lo inmediato. La vorágine es un escudo innecesario, que nos aparta de la Verdad. De la responsabilidad de servir y de guiar.
Mientras más corro, menos alcanzo. Y así mi universo se reduce a una existencia mediocre y cómoda. A un reinado patético, en que vagamos sin contemplar nuestra condición perfecta y magnífica.
El tiempo es la forma con que Dios se manifiesta en nuestras vidas. Así como el goce pleno será su presencia en nuestra eternidad. Estar frente a frente con el Tiempo, es asumir nuestro estado carnal, si miedo a perderlo. Es entregarse a los movimientos del milagro. Es alumbrase de este breve y maravilloso destello que no se explica en ningún reloj. Pero que se resplandece, ecuánime y justo, en la intimidad sagrada que guardamos todos.
El Tiempo es el abrazo con que el Universo nos lleva, hasta el más ardiente de los crepúsculos. Nido redentor, donde nuestra humanidad, de barro y soplo, se requiebra. Donde el alma alza, por primera, vez sus alas.

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