“La
felicidad es este saltito, liberador, de la complexidad erudita hacia lo más
prosaico de la vida.”
Me sorprendo gratamente que
tantos estudiosos del siglo XVI hayan
dedicados largas horas de su tiempo al tema del infortunio o de la fortuna
adversa. Para ellos “fortuna” era lo
mismo que destino. Y estos eruditos escribían largos tratados que reglaban, a
través de la retórica, el traslado de la
tristeza desde la experiencia hacia el lenguaje.
Ahora bien, un problema adyacente
a la concepción de fortuna (destino) es la medición de su alcance. ¿Los hechos
de nuestras vidas están totalmente en las manos de la fortuna (Diosa Pagana del
destino)? ¿O cabe al hombre parte de la conducción de su destino? O aún más:
¿Cabe a Dios?
Obviamente nadie puede responder
categóricamente a esta pregunta. Pero, el letrado sí puede enfrentarla,
transformándola en palabras y silencios que han de mover alguna emoción.
“El dolor de una misma manera ata y desata la lengua del afligido…” (Cervantes,
Novelas ejemplares, p.79)
Este libro se centra en la
representación discursiva del Infortunio, entendido como adversidad en la cual
se enfrentan la Libertad individual y el poder misterioso del destino.
El libro recupera la codificación
retórica del infortunio y deja en evidencia su impacto en la época, como podemos
observar en los textos sobre los naufragios, vinculados a la expansión marítima y a los
procesos de conquistas y colonización de América.
(Y no está demás destacar que en
la Retórica de Aristóteles, el
recuerdo y la representación artística de los padecimientos sufridos, aparecen
como fuente de placer.)
Ahora bien, si aterrizamos en el
mundo de hoy, observamos como el proyecto moderno de vida nos sumergió en una
especie de miedo líquido. Un miedo mucho más intangible que el vivido por el
hombre del siglo XVI. Un miedo difuso, disperso, indefinible. Pero, por encima
de todo, un miedo sin solidaridad.
Sarissa Carneiro, en este maravilloso
libro sobre el Infortunio y las creaciones literarias que de él nascen, hace
una apuesta por recuperar las formas de decir del pasado, para recuperar el
sentido de solidaridad!
En otras palabras, mi admirada
maestra apuesta en la retórica como fuente de universalidad!
Y yo apuesto con ella, me sumo a
este viaje lleno de esperanzas en la palabra y en el hombre.
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