jueves, noviembre 08, 2018

Religión y Post Modernidad


La religión surge porque el ser humano es un animal que pregunta. Y es buscando las causas de los fenómenos religiosos y sus hechos, que podemos conformar la historia de la religión. Podemos decir que las culturas alimentan la hipótesis de una realidad sobrenatural para explicar la realidad inmediata. Es así que surgen los mitos o la explicación mítica de la realidad. A su vez, en la medida que el ser humano postula un universo sobrenatural, surge el intento de comunicarse con él, a través de poderes, también, sobre naturales. Y así surgen los ritos. Estos dos principios, mito y rito, fundan las religiones.
El gran cambio de la modernidad, en el ámbito religioso, fue la sustitución de los ritos por la ciencia. La modernidad comienza con la traducción de los libros de Aristóteles y colinda con el cisma del Occidente, con la reforma, con el humanismo, con el positivismo, con el cambio del foco cultural: ya no era Dios el centro del universo, sino que el mismo hombre. La secularización marginalizó lo religioso. Salimos del fundamentalismo de la pre modernidad, para entrar en la crisis de la modernidad: Sólo es lo que se puede probar. La gran pregunta que surge entonces es ¿Cómo creer en la modernidad? ¿Cómo creer frente a la ciencia?
Frente a esta nueva problemática y al creciente ateísmo,  la modernidad intentó, en vano, responder con tres grandes utopías: La utopía de las naciones, la utopía de la muerte como solución a la vida y la utopía del socialismo. Alguna vez hemos creído que ser parte de una nación era ser inmortal. Alguna vez hemos creído que la vida se solucionaría con la muerte, ahora sabemos que la solución de la vida es la vida misma y la ciencia (única respuesta) hasta puede destruirnos. Alguna vez hemos creído que todos podríamos ser iguales, pero ya sabemos que la convivencia siempre es, al fin y al cabo, regida por el más fuerte.
Con el derrumbe de las grandes utopías, ingresamos a lo que llamamos de post modernidad. Y ahora la gran pregunta es: ¿Qué sentido tiene la vida? En su universo desacralizado, el hombre vive, más que nunca, la angustia de la consciencia de lo absurdo. Y si pensamos que la felicidad depende de una vida con sentido, entonces podemos pensar también que Dios no es y no se hace necesario como causa y sí como fundamento. El desafío de hoy es como reinventar la religión, de forma convincente, para que se aleje lo más posible de los vicios egocéntricos. Nuestra capacidad de alteridad está directamente  relacionada con nuestra capacidad de superar el criterio del poder. La revolución religiosa será, entonces, descubrir cuanto de narcisismo puede retirarse de la consciencia. 

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