sábado, febrero 28, 2009

Manifiesto

Me presento: Soy el cuaderno de un niño que va en tercero básico y, en este preciso instante en que les hablo, estoy botado en la basura de un distinguido Colegio. Estoy sucio, cerrado y de cara al cielo y a las estrellas. Hace frío y trato de abrigar los pocos versos que llevo dentro. Son versos cortos, fueron escritos con dificultad, con duda, con recelo. A mi pequeño dueño le cuesta prestar atención, le distrae la ventana abierta, el perfume de la goma, los cordones desatados de sus zapatos. A veces, se pierde en el dictado y, deja vacíos en lugar de palabras. Vacíos que están llenos de sueños, de esperanzas, de tiempos que no fueron comprendidos. Porque es cierto que el que escribe sobre mi blancura trae un trazo débil y trémulo. Pero también es cierto que estas letras mal paradas son los pilares, la base, el cemento sobre el cual se afirma este pequeño aprendiz. Por este motivo guardo mis hojas como quién guarda su alma y trato de mantenerlas libres de la intemperie y del desprecio al que fueron sometidas. Todavía no comprendo porque me han botado. Y no he llegado aquí por las manos jóvenes e inmaduras de mi pequeño dueño. Sino que, precisamente, por las manos, expertas y guiadoras, de su profesora. ¿Qué motivo le habrá llevado a tal equívoco? ¿ Qué oscuridad tan grande le habrá borrado el criterio, la dignidad, el escrúpulo, el sentimiento de respeto? ¿ Con qué valores se levanta una profesora, frente a todo su alumnado, a botar un cuaderno ? ¿ Qué suerte de enseñanza transmite el acto cobarde? Apenas un niño ha llorado. Pero, para siempre, todo un curso llevará en la memoria, el golpe sordo de estos versos primerizos contra la basura. Seguramente mañana alguien me irá recoger y partiré mezclado a otros despojos. Viajaré abrazado a estas minúsculas joyas, a estos intentos de comunicación, a estas palabras escritas con inocencia y esfuerzo. Yo, cuaderno, parto. Mi pequeño dueño sigue, ingenuo, su camino. Pero no la Poesía. La Poesía que ha sido herida en su intimidad: La palabra de un niño es el corazón mismo de la lírica. Que se rebelen todas las estrofas, que todos los vates saquen su pluma cual espada. Que la belleza y la melancolía interrumpan su canto, y el talento abra camino a la indignación. Que el lector, al final de este texto, levante su rostro como quién recupera lo perdido. Como quién lleva un cuaderno, desagraviado y abierto, estampado en los ojos.

1 comentario:

Saltimbanqui dijo...

El comienzo no prometía mucho, pero hay que reconocer que el cuaderno supo como expresarse y le dio entusiasmo al relato. La historia es muy simple, un cuaderno botando en el basurero de una sala, pero el detalle en ese cofre que guarda las sensaciones de un escritor latente, de un infante de las letras, eso el lo que le da magia a la historia, es el narrador y sus impresiones. El fin se fue acrecentando en intensidad, pero no sé si me agradó el término, pudo haber sido más potente.