viernes, febrero 27, 2009

Talento y Verso


Cuantas veces escuchamos sobre los matices tristes y prolíferos del talento, y sobre la escasez de versos de la alegría. Es cierto, la melancolía es más productiva que la dicha, pero no por capacidad sino que por urgencia. Simplemente, es más necesario compartir el pesar que la plenitud. Es más imperioso relatar lo que todavía no se concluye, lo que aún nos falta por comprender.

Escribir desde la falta es escribir para uno mismo y compartirlo. Escribir desde el entusiasmo es escribir para el otro y regalarlo. Son caminos distintos que se potencian y se perfeccionan entre sí. En el primero nos entregamos en las hojas y lo participamos con la esperanza de ser acompañados y acogidos. En el segundo, levantamos la pluma con la firme convicción de que podemos amar y servir con nuestro testimonio de vida y de fe.

Todos necesitamos de las dos fuentes, algunos más de una que de la otra, pero, con toda certeza, los múltiples colores de nuestras plumas son ineludibles y complementarios. Porque de esto se trata el escribir para aquellos que no ambicionamos ser escritores, y nos atrevemos a existir con más distancia de lo que es propio y personal. Para los que no buscamos la historia perfecta, sino que la verdad inmutable y común a todo ser humano.

Para los que continuamente aprendemos que la discordia es un atropello de la inteligencia, y de que el amor es el proyecto más íntimo y auténtico de todos los hombres. La poesía más bella es, finalmente, aquella que trae todas las estaciones del alma. Es el verso que, sin omitir el dolor, es capaz de resaltar el júbilo y la hermosura.

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